La inteligencia compartida está revolucionando la forma en que las instituciones financieras abordan la prevención de delitos financieros. Este enfoque innovador permite una colaboración en tiempo real entre bancos y fintechs, transformando el panorama hacia un modelo más proactivo. La evolución de la actividad criminal en los servicios financieros impone una presión constante sobre las instituciones, obligándolas a anticipar las amenazas en lugar de simplemente reaccionar a ellas. Aquí es donde entra en juego la inteligencia compartida, uniendo a diversas entidades en un propósito común: prevenir los fraudes antes de que ocurran.
¿Por qué es necesaria la inteligencia compartida?
La integración de la inteligencia compartida como un cuarto pilar de la compliance financiera es esencial para cerrar el vacío existente en los mecanismos de detección de fraudes. En lugar de limitarse a las operaciones internas de una sola empresa, requiere que bancos, fintechs y proveedores de pagos colaboren en tiempo real. Esta colaboración permite el intercambio de datos y alertas que pueden detener fraudes y actividades de blanqueo de dinero antes de que las pérdidas se materialicen. La clave es entender que esta colaboración no es una teoría; es una prioridad regulatoria apoyada explícitamente por el artículo 75 de la Regulación Contra el Blanqueo de Capitales de la UE.
La regulación y su papel catalizador
Regulaciones como PSD3 están diseñadas para reforzar la colaboración entre instituciones en Europa. En el Reino Unido, los responsables de políticas están siguiendo una dirección similar, impulsando un cambio hacia la inteligencia compartida. Este enfoque se diferencia de los controles de cumplimiento anteriores, ya que la colaboración entre instituciones es crítica para aumentar las tasas de recuperación, cerrar cuentas fraudulentas más rápidamente y dificultar la sostenibilidad de los esquemas criminales. Sin embargo, más allá de la regulación, la adopción de una cultura que priorice la inteligencia compartida es fundamental para su éxito.
El papel de la cultura corporativa en la adopción de la inteligencia compartida
Países como Estonia han demostrado cómo la intervención decisiva de líderes bancarios puede transformar programas piloto en modelos de cumplimiento colaborativos a nivel nacional. La cultura corporativa desempeña un papel crucial en la velocidad de adopción de la inteligencia compartida. La reticencia interna puede ralentizar el progreso más que las barreras técnicas o legales. Cuando los líderes apoyan activamente el intercambio de inteligencia, este avanza con mayor rapidez, estableciendo nuevos estándares en la industria y fomentando el orgullo profesional.
Los desafíos y oportunidades futuras hacia 2030
Durante los próximos cinco años, se espera una transformación significativa en la economía del crimen financiero. Esta proyección anticipa un aumento en la regulación y redes criminales cada vez más coordinadas. La adopción exitosa de la inteligencia compartida promete cambiar el modelo hacia una prevención de delitos financieros más proactiva. El uso de redes de cuentas mulas, herramientas de inteligencia artificial y estrategias de ataque automatizadas por criminales requiere una respuesta igualmente sofisticada. Al compartir insights estructurados basados en sospechas, las organizaciones pueden hacer que el fraude sea más caro y menos rentable de perpetrar.
Aplicaciones más allá del fraude
Las aplicaciones de la inteligencia compartida van mucho más allá del fraude. Salv, uno de los principales defensores de este enfoque, señala que el mismo marco puede apoyar investigaciones en áreas como el blanqueo de dinero, la ejecución de sanciones y el financiamiento contra-terrorista. La integración con sistemas de cumplimiento más amplios, desde servicios nacionales hasta plataformas KYC, ya está emergiendo. Tanto los reguladores como los cuerpos industriales están desempeñando un papel cada vez mayor al establecer expectativas y construir confianza en este nuevo paradigma.
En conclusión, al mirar hacia 2030, las instituciones enfrentan una presión creciente de reguladores más estrictos y redes criminales más cohesionadas. Sin embargo, estos desafíos también presentan una oportunidad única para abrazar la inteligencia compartida. Al hacerlo, no solo fortalecen sus defensas, sino que también tienen la capacidad de reformular el futuro de la prevención del crimen financiero, evolucionando hacia un modelo que anticipe y actúe antes de que los delitos se materialicen.
